1.2.13

stieglitz, revolucionario


Cualquiera que haya tenido algo de interés en la historia de la fotografía reconocerá en Alfred Stieglitz un personaje excepcional.  Estandarte del pictorialismo; eje y fundador del grupo Photo-Secession;  editor de la mítica Camera Work; galerista y promotor artístico… ah sí, no olvidemos maestro fotógrafo.

Su vasta trayectoria estuvo volcada a la difusión y consolidación del arte fotográfico como disciplina independiente, pero su capacidad de apreciación se extendió allende la fotografía haciéndolo uno de los promulgadores más importantes del arte moderno de su época.  En el reverso de su proverbial carácter dominante (y a veces tiránico) Stieglitz poseía una sensibilidad para apreciar el buen arte y la humildad suficiente como para reconocer su propia necesidad de progresar como artista.

Esa habilidad de retroalimentar su obra con el aire de los tiempos fue determinante para reinventarse e introducir constantemente nuevas perspectivas en la evolución de la fotografía. Así fue desde antes de Photo-Secession y el subsiguiente giro que marcó con su fotografía The Steerage o la influencia que tuvo en él Paul Strand y Georgia O’Keefe.  Incluso su serie Equivalents (de donde tomamos la imagen de esta entrada) es por muchos considerada como la primera obra fotográfica intencional que plantea la abstracción.

En 1912, impresionado por el arte de Matisse y Picasso, Stieglitz dedicaría un número entero de Camera Work a sus obras sin dejar espacio a fotografía alguna.  Sería un movimiento sumamente atrevido para el editor de una publicación especializada en fotografía, pero para Stieglitz fue su humilde manera de rendir homenaje a la maestría.  Él era suficientemente lúcido como para no detenerse en discusiones sectarias y apreciar el valor de este arte revolucionario, pues él mismo deseaba esta revuelta en la fotografía.

Ahora bien, la historia cobra verdadera relevancia al revisarla de cara a las inquietudes de nuestra época.  Es así que una figura como la de Stieglitz aún nos puede enseñar algo, y es así que vale la pena preguntarnos una y otra vez:

¿Con cuánta sensibilidad respiramos el aire de nuestros tiempos? ¿Hasta qué punto son válidas nuestras (pre)concepciones (no digamos sólo fotográficas) para reconocer el valor artístico de la obra? ¿Cuál es legado que debemos preservar sin traicionar nuestra condición contemporánea? ¿Qué tan humildes somos para reconocer nuestros propios límites?

Porque es al término de lo cognoscible donde la mirada fresca emerge y donde podemos reflejar el inicio de algo como una revolución contemporánea.